El milagro singapurense explicado en tres minutos (por un cuñado)

Lo que es un milagro es que Singapur exista.

En 1963 Singapur se unió a Malaya y el norte de la isla de Borneo para crear la federación de Malasia (Mala-SI-a, SI de Singapur); dos años después les echaron. Es un raro caso de país independizado a la fuerza, y son famosas las imágenes de su primer ministro y “padre” de Singapur, Lee Kwan Yew, llorando ante las cámaras al comunicar la noticia a los ciudadanos.

Asín no se puede…

Después de llorar un rato, el señor Lee sacó un papel e hizo balance. ¿Qué tenemos?

  • Tenemos cuatro etnias diferentes conviviendo en una pequeña isla: chinos, malayos, tamiles y occidentales. Cada uno de ellos tiene su cultura, sus costumbres, su religión e incluso su idioma.

  • Como consecuencia, no tenemos una identidad nacional.

  • No tenemos recursos naturales, y tenemos que importar hasta el agua.

  • Tenemos un ejército que da risa, y estamos rodeados de dos países que no nos quieren: Malasia, que nos ha expulsado, e Indonesia, que nos está haciendo la puñeta.

  • No tenemos una industria fuerte.

Llegado a este punto, al señor Lee le entraron más ganas de llorar. “Así no se puede”- dijo.

Pero, como afirmó Obama, sí se puede. Se pueden criticar muchas cosas de Singapur, pero el hecho es que Lee Kwan Yew fue uno de los dirigentes más inteligentes y capaces de la historia. Con mano firme, ideas claras y un ejército de tecnócratas, guio (y frecuentemente empujó) a Singapur del tercer mundo al primer mundo en una sola generación. Un éxito sin precedentes, pero a un alto precio: si quieres entenderlo, nuestra novela El legado ahonda en la fractura social provocada por el vertiginoso desarrollo, a través de la historia de una familia desestructurada que no “encaja”.

Oh Singapur, Singapuuuuuur…

Singapur es un país que funciona mucho mejor que el resto de sus vecinos de Asia y, para evitar polémicas, por “funcionar” me refiero a cosas tangibles como el transporte, la seguridad, la ausencia de corrupción, la calidad de los servicios públicos... Ya sé que no todo es perfecto allí, pero aquí quiero centrarme en esta parte del conjunto y explicar tres de las razones.

Primero, incumplir las reglas tiene un precio. Puedes estar o no de acuerdo con que esté prohibido hacer un grafiti o tirar basura al suelo pero, si te pillan, te multarán, te meterán en la cárcel una temporada, te darán varios latigazos, o una combinación de lo anterior. No hay excusas. No hay sobornos. No hay excepciones. Es decir, hay una previsibilidad absoluta y los ciudadanos llegan a la conclusión de que no merece la pena ir contra un sistema que, para la mayoría, tiene muchas más ventajas que inconvenientes. Es un país donde alguien roba una bicicleta y es noticia. Y donde el caco seguro que acaba unos meses en la cárcel.

Una nueva victoria de los Vengadores.

Segundo, es un país que es gestionado como una empresa privada. Esto es posible en un país que solo tiene cinco millones y medio de habitantes concentrados en una pequeña isla.

  • El salario del primer ministro es de más de un millón y medio de euros, y un ministro está en el millón (fijo y variable). El salario está calculado como la media de los mil singapurenses con mayor salario, menos un 40% por dedicarse al servicio de la nación. La realidad es que cualquiera de los ministros ganaría más en el sector privado; el gobierno, consciente de ello, asegura que la brecha con el salario del sector público no sea descomunal. La lógica del sistema, explicada en términos matemáticos, sería: Salario en el sector público + Prestigio social = Salario en el sector privado. Y el objetivo es poder convencer a los mejores.

  • En Singapur casi todos los trabajos tienen una parte fija y un variable en función de los objetivos, y el sector público funciona igual. Este “bonus” puede llegar a ser el equivalente de cinco salarios mensuales. Es un excelente método para que ningún funcionario se eche la siesta en la poltrona. Cada ministerio y cada departamento tiene sus objetivos específicos y al final del año se miden los resultados. ¿Lo has conseguido? Toma tu bonus. Los ministros y el primer ministro también tienen objetivos y variable.

Tercero, los dirigentes son brillantes, trabajadores y capaces. El gobierno se asegura de que a la cabeza del ministerio solo accede gente extremadamente capacitada y con una experiencia probada. Entiendo que te rasques la cabeza incrédulo.

  • No hay colegios privados para los singapurenses: todos pasan por el mismo aro y son evaluados de forma uniforme por un sistema educativo altamente competitivo. El ministerio de Educación, con todos los datos a su disposición, identifica muy pronto los mejores estudiantes y les hace un marcaje a lo largo de su vida escolar. Cuando llegan a la mayoría de edad, a estos alumnos brillantes se les ofrece un menú muy atractivo de becas para estudiar en prestigiosas universidades (Oxford, Cambridge, Harvard, MIT…) que puede incluir billetes de avión, alojamiento, libros de texto, ordenador portátil, asignación mensual y, por supuesto, tasas académicas. Durante el verano hacen prácticas en la organización que los patrocina, por ejemplo el ministerio de Finanzas o las Fuerzas Armadas. El coste para el gobierno de cada becario puede ser de más de 200.000 dólares singapurenses.

  • Una vez finalizada la beca, tienen la obligación de trabajar durante un periodo para el gobierno (generalmente cinco años). Allí se les expone a una variedad de puestos y responsabilidades, con mucha exigencia pero también mucha responsabilidad. Yo he tratado con unos cuantos de estos becarios (“scholars”) y suele ser gente muy brillante, tenaz y trabajadora: cuando has sido educado toda una vida para ejecutar tareas dentro de unos parámetros delimitados, te conviertes en un buen administrador. Yo añadiría: no necesariamente en un buen líder o en una persona creativa; no me imagino a un Steve Jobs o a un Bill Gates saliendo de este sistema.

La consecuencia de todo esto es que el país funciona: el transporte público funciona, el 80% de los habitantes vive en viviendas de protección oficial, hay una red social muy buena, es uno de los países más seguros del mundo… y los ciudadanos, en general, están contentos con el “contrato”. Esta afirmación viene del hecho de que el mismo partido siga en el poder desde hace cincuenta años (ya sé, ya sé, no es un criterio infalible) y de mis impresiones tras once años de vivir allí y tratar con todo tipo de personas.

¿Es esto una oda a Singapur? No lo pretende. ¿Me han lavado la cabeza? No lo sé. ¿Me han sobornado? No, pero estoy dispuesto a escuchar ofertas.

No se puede copiar y pegar la fórmula de éxito de un país a otro, pero sí que resulta interesante fijarse en aquello que funciona en un lugar y preguntarse si tendría sentido adaptarlo a otro. La administración pública singapurense funciona como la seda (he usado los servicios como ciudadano y he trabajado once años en múltiples proyectos con más de veinte ministerios y organismos públicos), y sería absurdo no preguntarse cuál es la receta del éxito. La meritocracia, la exigencia, el salario variable, los salarios altos para atraer a los mejores, el prestigio de trabajar para el sector público… son ideas a considerar.