El rostro oscuro del turismo en Bali
El inspector Singh es poco elegante y tiene el porte atlético de Torrente. Es adicto al curry picante y a la cerveza fría. Nunca aprendió el significado de los términos “empatía” y “políticamente correcto”. Su poca diplomacia hace que sus jefes le animen constantemente a que deje el cuerpo de policía. Pero Singh es astuto, y sus métodos poco convencionales consiguen resultados. Y en Singapur, el resultado es lo que cuenta.
En su segunda novela Singh es enviado a Bali, tras los atentados suicidas islámicos que -esto es real- causaron más de veinte muertos y dañaron seriamente el turismo.
La autora, Shamini Flint, ha viajado por Asia como abogada corporativa y siempre aprovecha sus novelas para hacer una acertadísima radiografía social: el Islam moderno en Kuala Lumpur en su primera novela y el mundo de los expatriados en Singapur en la tercera. En esta entrega nos guía a través de la psicología del terrorista (¿qué los lleva a cometer estas barbaridades?) y nos presenta la cara menos amable del turismo.
Bali ha dependido siempre del turismo. Quien esto escribe ha estado allí unas cuantas veces y ha sido testigo de la degradación de lo que una vez fue un paraíso y hoy es un destino masificado, con atascos continuos y masas de influencers haciéndose selfies para publicarlos en las redes sociales.
Los balineses saben que dependen del turismo, pero recientemente han dicho basta. Basta a los comportamientos poco respetuosos de turistas que conducen las motos como locos, que consumen drogas y se agarran melopeas de escándalo, que se creen con derechos pero sin responsabilidades, o que hacen cosas como una rusa que posó desnuda delante de un árbol milenario sagrado para los locales (no fue la única con esta idea).
Cada mes visitan esta isla 300,000 turistas (cifras de 2023), sobre todo australianos, indios y rusos. Muchos llegan con poca cultura viajera, dólares en los bolsillos y ganas de pasárselo bien, como el amigo de aquí abajo.
Muchos de ellos aprovechan que es fácil sacar un visado de hasta sesenta días y conseguir un trabajo ilegal. A los locales esto no les gusta, claro. El turismo es responsable del 60% de los ingresos de Bali y el sustento de una gran parte de la población, que ve cómo unos recién llegados les quitan los mejores empleos (o así lo ven). Así que han proliferado los foros de internet donde los balineses denuncian los comportamientos poco respetuosos y los empleos ilegales, con la intención de llamar la atención de las autoridades, quienes se debaten entre mantener la gallina de los huevos de oro y tranquilizar a la población.
¿Nos suena este dilema? El debate está servido.